Sitiar un espacio, abarcarlo, desde un centro supuesto, sería la negación natural de aquello que denominamos periferia. Volverlo habitación, ocuparlo, sería la antesala de la ruina. La interrupción del proceso vendría a complementar lo dicho anteriormente. La necesidad tiene cara de hereje, nos dijeron. Hay formas (y formas) de habitar un espacio que se rige por la regulación meramente arquitectónica. Podríamos hablar de un régimen, sin sobresaltos. La convención signa. Lo que yo pretendo es desembarazarme del hábito para ahondar en el centro de la disfunción.
Carlos Peirano